EL MERCURIO

Santiago, jueves 13 de octubre de 1949

Transcripcción

EL MERCURIO

Santiago, jueves 13 de enero de 1949.

HOMENAJE DE LA CIUDADANIA REPRESENTA EL MONUMENTO AL PRESIDENTE BALMACEDA

S.E. el Presidente de la República; Ministros de Estado, representantes de Poderes Públicos, Jefes de Fuerzas Armadas, miembros del Cuerpo Diplomático, Partido Liberal, Vieja Guardia de Balmaceda, Veteranos del 79, instituciones gremiales mutualistas y diversas escuelas estuvieron presentes en el acto inaugural. 

Tropas de la guarnición rindieron los honores correspondientes al Primer Mandatario, y al momento de quitar la bandera nacional que cubría la estatua, una salva de 21 cañonazos anunció que la efigie de Balmaceda quedaba expuesta a la veneración ciudadana. Extraordinaria afluencia de público en la ceremonia.

Extraordinaria afluencia de público, que deseaba presenciar el homenaje de la ciudadanía al Presidente don José Manuel Balmaceda, pudo observarse ayer desde temprano a la entrada del Parque Gran Bretaña, donde comienza la Avenida Providencia, recinto en que debería efectuarse la inauguración del monumento erigido a la memoria de ese Mandatario.

El transito había sido suspendido en ese sector, a fin de dejar espacio para la ubicación de los representantes de las Fuerzas Armadas y de instituciones cívicas, que debían concurrir a la ceremonia. Carabineros, por su parte, habían tendido cordones con el objeto de contenerla avalancha de la concurrencia que se apretujaba, en su afán de presenciar la llegada de las autoridades y de no perder detalle alguno del acto.

Los acordes de una banda anunciaron la llegada de una compañía de la Escuela Naval, que traía desde Valparaíso la representación de la Armada al homenaje. Los cadetes desfilaron hasta situarse frente al monumento y, luego, batallones de los regimientos “Cazadores” y “Escuela de Artillería” avanzaron para colocarse al comienzo de las avenidas Costanera y Providencia, respectivamente.

Entretanto, los prados existentes detrás del obelisco habían sido ocupados por alumnos de establecimientos educacionales y miembros de diversas instituciones.
Al pie del monumento, se había levantado un estrado en que fueron tomando colocación Ministros de Estado, parlamentarios, representantes del Poder Judicial, miembros del Cuerpo Diplomático, delegación de las Fuerzas Armadas, veteranos del 79 y numerosos invitados. Junto al monumento se veían ofrendas florales depositadas momentos antes por miembros de la familia Balmaceda, Partido y Juventud Liberal, Vieja Guardia de Balmaceda, Veteranos del 79, etc.

COMIENZO DE LA CEREMONIA

A las 10:30 A.M. frente al monumento al Presidente Balmaceda se encontraban formadas, de acuerdo con la orden de la Guarnición, las siguientes escuelas y unidades: una compañía de la Escuela Naval y una sección de Defensa de Costa; Escuela de Telecomunicaciones;

regimientos Buin, Cazadores y la sección de guardia del Ministerio de Defensa Nacional. La bandera nacional estaba izada en el mástil ubicado a la derecha del monumento.
Frente al monumento se colocó la mesa de honor donde tomaron asiento las siguientes personas: S.E el Presidente de la República; presidente del Senado, don Arturo Alessandri Palma; don Claudio Vicuña Subercaseaux, presidente de la Comisión Pro monumento a Balmaceda; don Manuel Isidro Rivas, Ministro de la Corte Suprema; presidente del Partido Liberal, don Ladislao Errazuriz Pereira; don Enrique Balmaceda Toro; Ministros de Obras Públicas, de Justicia, de Agricultura y de Tierras y Colonización; presidente de la Cámara de Diputados, don Raúl Brañes; intendente de la provincia, alcalde de Santiago, Embajador de Argentina señor Julio A. Lopez Muñoz; Embajador de Ecuador, señor José Gabriel Navarro; Embajador de Italia, señor Giovani Fornari y un representante diplomático de Francia.

Al lado oriente del monumento tomaron colocación los representantes del Ejército, Armada y Aviación; al frente de estos el director general de Carabineros, general don Reinaldo Espinoza, jefes y oficiales de esta institución. Al costado derecho, tomaron colocación instituciones mutualistas, gremiales, sindicales y establecimientos escolares y brigadas de boy-scouts con sus respectivos estandartes. Al lado de la mesa de honor estaba una delegación de veteranos del 79 ́ y la Vieja Guardia de Balmaceda con su estandarte.

LLEGADA S.E.

Cerca de las 11:20 de la mañana, un toque de atención anunció la llegada de S.E. el Presidente de la República quien fue recibido por el alcalde de Santiago, D. José Santos Salas. Al llegar al sitial de honor, fue saludado por las personas que esperaban su llegada. Las bandas de las unidades de guarnición ejecutaron el Himno Nacional a su paso, y hasta que tomó colocación en el asiento de honor.

Momentos después se dio comienzo a la ceremonia de inauguración del monumento al Presidente Balmaceda, con el discurso que pronunció el presidente de la comisión que tuvo a su cargo su erección.

DISCURSO DE DON CLAUDIO VICUÑA SUBERCASEAUX

En primer lugar habló el presidente del Comité Pro Monumento a Balmaceda, don Claudio Vicuña Subercaseaux, quien en un brillante discurso expresó:
“Llega hoy, por fin, el momento tan ardientemente deseado de dar cumplimiento a la aspiración nacional, de que en nombre de la Patriase erigiera un monumento para perpetuar la memoria del ex Presidente de la República, Excmo. señor José Manuel Balmaceda.

Llega la hora soñada por el pueblo de Chile de que se realizara esta obra de reparación histórica, que importa, a la vez que el reconocimiento de grandes servicios, el más hermoso tributo que podía rendirse a un hombre esclarecido, que no tuvo otra divisa en su vida, ni aspiración más vehemente, que enaltecer a su país.

Se debe en gran parte este monumento que tan solemnemente inauguramos, a una patriótica iniciativa de la Vieja Guardia de Balmaceda, vigorosa institución que inicio sus pasos con el fin primordial de propagar las doctrinas del Presidente Balmaceda y mantener fresco el recuerdo del célebre hombre de Estado.

Mas adelante, y después de referirse a la labor que le cupo al citado Comité en la erección del monumento al Presidente Balmaceda, el orador prosiguió en los siguientes términos:

“Se halla entre los concurrentes a este acto, el ex Presidente de la República don Arturo Alessandri Palma, a quien correspondió en el ejercicio de sus altas funciones indicar el sitio en que habría de erigirse este monumento y prestigiar más tarde con su presencia, la colocación de la primera piedra, cimiento moral y material de la obra.

Le cupo en suerte, también, iniciar el proyecto de ley de reforma de nuestra Constitución, que después mereció la aprobación del país, en virtud del cual quedaron ratificados por la nación los principios sustentados por el Presidente Balmaceda en el establecimiento de un régimen constitucional que permite gobernar al país con tranquilidad, con entera independencia de los Poderes Públicos y sin los avances destructores del parlamentarismo mal entendido, que tantos daños causaron durante más de treinta años, por su obra de fatal desquiciamiento.

Ha correspondido al actual Presidente, Excmo. señor González Videla, mantener incólumes las facultades que la Constitución de 1925 confiere al Primer Magistrado, con cuya aplicación severa se ha logrado mantener debidamente el principio de autoridad, conservar inalterable el orden público, proporcionar eficiencia a la acción gubernativa y asegurar la paz y la estabilidad de nuestras instituciones. Cabe recordar que pudo realizarse esta reforma a que aspiraba con vehemencia el país, mediante la sabia y oportuna disposición de la Junta de Gobierno que presidió el distinguido ciudadano don Emilio Bello Codesido, que permitió el regreso al país del Excelentísimo señor Alessandri y la continuación de su gobierno, interrumpido por razones que no es del caso precisar en esta ocasión.

En seguida, el señor Vicuña Subercaseaux hizo una breve reseña de la personalidad del Presidente Balmaceda y del significado material y espiritual del monumento y a la aspiración general de que el monumento fuera, por su concepción artística y su belleza, un fiel interprete de lo que en grandeza representa.

Recordó, luego, la labor que le cupo en esta obra al arquitecto, D. Ricardo González Cortés, autor del proyecto; al ingeniero consultor, D. Darío Sánchez Vickers, director técnico de los trabajos que fueron ejecutados por el contratista D. Enzo Fantinati y que fue llevada al bronce por el escultor D. Samuel Román Rojas.

Asimismo, señalo que la fundición de la estatua fue hecha en la Escuela de Artes y Oficios y que estos trabajos habían sido dirigidos por el profesor D. Rómulo Tonti.
Finalmente, y después de dirigir unas palabras a los miembros de la familia del Presidente Balmaceda presentes en la ceremonia, el señor Claudio Vicuña hizo entrega al Alcalde de Santiago, a nombre del Comité que representaba, del monumento erigido, según lo expresó, como una demostración de gratitud nacional y por voluntad de los poderes públicos y del pueblo todo de Chile.

PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA JUVENTUD LIBERAL

El presidente de la Juventud Liberal, D. Jaime Silva Silva, en su discurso pronunciado en la ceremonia de inauguración del monumento al Presidente Balmaceda, después de referirse al significado del voluntario sacrificio del Mandatario chileno, expresó textualmente:
“Es privilegio de los chilenos el de mirar hacia el pasado para encontrar en el viejo Chile una tradición de magistrados austeros que encarnaron las bondades superiores de la raza. Se inaugura hoy un altar a la memoria del estadista que se destaca con relieves propios de la fecundidad de su labor, el romanticismo de su destino; por el acento moral y la intensa espiritualidad que caracterizó su vida…

Luego se refirió a las condiciones de político, de orador y de gobernante de D. José Manuel Balmaceda. Destacó tambien su labor cumplida como Ministro de Estado y como Presidente de la República y señalo especialmente su obra cumplida como liberal.
El señor Silva terminó su discurso con las siguientes expresiones:  
La Juventud Liberal de Chile se asocia con emoción patriótica a este acto cívico, se hace depositaria de la augusta memoria del estadista mártir y formula votos, porque el culto que reciba este santuario inspire siempre a los chilenos sentimientos de fraternidad, espíritu de progreso y fe inquebrantable en nuestros superiores destinos».

DON ENRIQUE VERGARA ROBLES

En representación del Instituto de Conmemoración Histórica, usó de la palabra su presidente, don Enrique Vergara Robles, quien manifestó:
Invitado por la Comisión Organizadora de esta ceremonia, el Instituto de Conmemoración Histórica se hace presente para decir que es justo el homenaje de la nación a uno de sus hijos más eminentes.

Escurrida la materia deleznable en el correr de la rumorosa linfa, solo ha quedado un sedimento áureo, imperecedero: el oro de montañas y placeres chilenos en que bien pudo vaciarse la estatua del Presidente Balmaceda, del Mandatario, idealista y patriota.
Calmadas las pasiones en el suceder del tiempo, la ciudadanía olvida una página que jamás debió escribirse, y se enorgullece en rememorar un pasado extraordinario de florecimiento de las actividades nacionales. De solido progreso que representa un bastión formidable en nuestra vida democrática.

Laureado por la voluntad soberana la figura noble del prócer han de perdurar en el recuerdo las virtudes del ciudadano, del político y del gobernante, uno de esos luminares eternos que ha creado Dios para orientar a los pueblos por el rumbo de la civilización cristiana.

“OBRA DE BALMACEDA SE ALZA CON CARACTERES DEFINIDOS EN LA HISTORIA NACIONAL”

“Su concepto de la autoridad, prevenía de un afán patriótico de realizar y hacer del bien”.- Texto del discurso pronunciado por S.E.

En el acto inaugural del monumento a Balmaceda, el Presidente de la República pronunció el siguiente discurso:


SEÑORAS Y SEÑORES:


El legislador ha querido perpetuar en bronce y piedra el nombre y el recuerdo del Presidente de la República don José Manuel Balmaceda.

De este modo, la voluntad soberana de la Nación adopta la forma de una justificación histórica.
Hace 58 años, Chile fue sacudido por una convulsión interna en la cual las posiciones ideológicas inconciliables de sus hombres dirigentes forzaron el camino de una decisión por las armas.

Hoy día, con ánimo sereno, podemos mirar ese pasado y buscar en él la fuente de severas y fecundas enseñanzas.
De allí emerge la figura de Balmaceda con los atributos positivos de su alma y con la proyección de su capacidad creadora.

¡Extraña y conmovedora personalidad la suya!

Su vida fue una lucha constante entre el ensueño y la realidad. De él se dijo por sus contemporáneos que era un empecinado implacablemente duro con sus adversarios. Sin embargo, en la esencia de su espíritu fue un soñador que creyó posible transformar la fisonomía de su Patria al mismo ritmo apresurado de sus afanes por engrandecerla, y su más grande anhelo consistió en que todos sus conciudadanos llegasen a compartir sus propósitos de bien público.

La existencia de Balmaceda resume el drama silencioso de todo gobernante.
De una parte, su vigoroso anhelo de realizar todas sus concepciones en beneficio del pueblo y de engrandecimiento patrio. De la otra, todos los obstáculos que la realidad política y económica le oponen hasta agostar y destruir la voluntad más firme e intrépida.
¡Cuan injustos aparecen, entonces, el apremio y la impaciencia de quienes reclaman el inmediato cumplimiento de los programas propugnados!
¡Cuan antipatriotas y deshonestas las críticas formuladas de mala fe por quienes, estando obligados a cooperar en la tarea común, niegan su concurso con obcecada demagogia, cegados por la ambición o los empeños sediciosos!
En medio de tales obstáculos -falta de cooperación de unos, lenidad y demagogia de otros, critica injusta de los más- el Gobernante debe velar cada día por el imperio de la Ley y procurar que el país avance en el camino de su progreso social, económico y moral.
El sueño idealista de quien desea para su Patria, los mayores beneficios y adelantos, choca cada hora con la implacable realidad que solo admite lo posible.
Tal fue -señores- el drama que Balmaceda vivió con todas sus angustias y exaltaciones hasta llegar al sacrificio.
En estos días en que su historia y la de su época tornan a la actualidad, el ejemplo de su vida presta un nuevo servicio a la patria. Nos permite ver la realidad interior de los Gobiernos poseídos de una sincera inspiración popular.
Sin embargo, en medio de los quebrantos provocados por el tumulto de las pasiones que rodearon su Gobierno, la obra de Balmaceda, se alza con caracteres definidos en la Historia Nacional.
El comprendió, primero que nadie, que la inmensa riqueza del salitre debía emplearse en la realización de un vasto plan de desarrollo económico e industrial del país.
En los primeros meses de 1889, dijo con palabras visionarias:
“Atesoremos en ferrocarriles y construcciones públicas. Invirtamos el excedente de la renta sobre los gastos en obras reproductivas para que, en el momento en que el salitre se agote o menoscabe su importancia por descubrimientos naturales o los progresos de la ciencia hayamos formado la Industria Nacional y creado con ella, y los Ferrocarriles del Estado, la base de nuevas rentas y de una positiva grandeza”.
Esta era la concepción que Balmaceda tenia de su deber respecto del futuro económico de Chile, industrializar al país, crear medios de transporte para la producción, echar en suma las bases de una prosperidad estable y duradera.
Cincuenta y ocho años más tarde, en medio de un mundo convulsionado y repitiendo las mismas palabras del presidente Balmaceda, estamos haciendo realidad una revolución industrial fundada en idénticos principios y con los mismos anhelos.
La construcción de Obras Públicas fue la nota sostenida y sobresaliente de su Gobierno. Al inaugurar un tramo del ferrocarril, dijo algunas palabras que es oportuno recoger:
“La alegría no es duradera y el hombre pasa; pero esta roca y estas construcciones permanecerán para perpetua constancia de lo que pueden los pueblos honestos consagrados a su bienestar y a su engrandecimiento”.

Chile ha sabido recoger la lección de esas palabras y el pueblo mira esas obras duraderas como anticipo de bronce que su gratitud debía a Balmaceda. Años después, al inaugurar esa maravilla de la ingeniería que es el puente ferroviario del Río Malleco, exclama con orgullo: “Este grandioso monumento marcará a las generaciones venideras la época en que los chilenos sacudieron su tradicional timidez y apatía y emprendieron la obra de un nuevo y sólido engrandecimiento”.

Palabras pronunciadas en distintas épocas y ocasiones, pero que encierran los términos inseparables de la ecuación patriótica: honestidad y espíritu de empresa, esto es enriquecimiento legítimo que antepone al lucro el interés social y la grandeza de la patria. Nada traduce mejor que ellas el fervor que encendía el espíritu de Balmaceda.

Hasta su llegada a La Moneda, el presidente de la República había sido el ejercicio elevado y circunspecto de una alta dignidad ciudadana, Balmaceda comprende que no es bastante; que es indispensable romper esa tradición pacata y quebrando formas protocolares que no se avienen con su ardorosa pasión de bien público, va a las provincias, habla al pueblo, aprovecha de todas las solemnidades oficiales para tomar contacto con el hombre común y llevar a los espíritus el brío que impulsa su Gobierno.

Su audacia revolucionaria en este tiempo mereció críticas y hasta denuestos. Hoy es una práctica democrática indispensable a todo régimen, genuinamente republicano, y no se concibe un gobierno ni un gobernante de esta hora que no esté en íntimo y permanente contacto con su pueblo, porque no siempre se percibe la verdad a través de los espesos muros de los palacios de gobierno. No se detiene allí su febril afán de realizaciones.

Comprendí que mientras gravité sobre la economía nacional el peso muerto de un pueblo de analfabetos, todo cuanto se haga por su bien será en vano. Y entonces funda escuelas y establecimientos educacionales, llena el país de educadores y señala en cada oportunidad la conveniencia de que los colegios preparen generaciones capaces de impulsar las industrias que él quiere ver brotar en todas partes.

Comprueba que las mejores iniciativas se estrellan en la falta de recursos y créditos para la producción o en los sistemas deficientes para otorgarlos. Y propugna entonces la creación de un Banco del Estado que oriente el mercado del dinero hacia el progreso general del país. Es natural en esta intensa actividad creadora, en la hoguera idealista que le impulsa consumiéndolo, Balmaceda choque con la fría realidad que lo circunda, con el más y menos de la política actuante; aún con los afanes de preeminencias que anidan en todo ser humano. De ahí su choque con los hombres, con los partidos y con el Parlamento, choque de principios en los comienzos y. envenenado después por las pasiones y aún los apetitos madrugadores que despertaban una sucesión brillante.

Su concepto de la autoridad sobre el cual no transigió ni en los últimos instantes de su vida, no provenía de un apetito insensato de Poder, sino de un afán enérgico y patriótico de realizar y de hacer el bien. No quiso la autoridad para sí, por vanidad de ejercerla, sino como una herramienta que la voluntad del pueblo ponía en sus manos para convertir en realidad las esperanzas de grandeza y de bienestar colectivo. Lo dijo claramente en su mensaje al Congreso Pleno el 1o de junio de 1890:

“Yo lo acepto para mi patria la dictadura del Congreso, ni sostengo la dictadura de un Poder Ejecutivo”. Buscaba, pues, la justa ecuación entre los poderes del Estado, que hoy es una realidad que singulariza la vida institucional del país.
El tiempo ha disipado casi las pasiones por la divergencia entre el concepto que el Presidente Balmaceda tenía en sus prerrogativas y aquellas que el Congreso estimó inalienables. El tiempo también se ha encargado de rectificar muchos errores. Lentamente hemos ido

modificando nuestras prácticas y costumbres políticas. Ya los excesos del llamado régimen parlamentario no afectan a nuestra vida política. Y, tampoco hemos caído en un autoritarismo sin freno. Los poderes del Estado desarrollan su tarea en una armónica concurrencia de esfuerzos en plena e indiscutida independencia.

De este drama ha surgido además en el transcurso del tiempo, una realidad enaltecedora de nuestra Democracia:
La justa ecuación, el equilibrio entre el principio de autoridad y el de libertad, sin el cual es imposible evitar que el Poder se transforme en tiranía y la libertad degenere en anarquía y licencia.

Por eso fue visionaria la concepción de Balmaceda de que no era inconciliable la Democracia con un Poder Ejecutivo fuerte, con poderes definidos y limitados y bajo la fiscalización del Poder Legislativo.
Y fue visionario porque la democracia de nuestros días, que sufre acometidas y asechanzas en todos los continentes del mundo, solo ha podido salvarse en aquellos pueblos donde una autoridad fuerte ha podido defender la libertad para que ella no fuera traicioneramente utilizada, precisamente por los demagogos de hoy, que son los tiranos de mañana.

Basta recordar, señores, que Hitler y Mussolini en el fascismo pardo y Lenin y Stalin en el fascismo rojo, antes que dictadores fueran demagogos. En nombre de la libertad, prepararon la esclavitud de sus pueblos.
Consolidado su poder despótico, con los procedimientos más abyectos, más allá de sus fronteras, han subyugado la soberanía de las naciones libres y aherrojado las libertades y los derechos inalienables del hombre.

Para los que somos enemigos irreconciliables de toda clase de dictaduras, entristece nuestra conciencia republicana, la temeraria e impúdica demagogia de algunos y la inconsciencia de muchos de facilitar, en estos instantes, la acción desafiante de los enemigos jurados de nuestra libertad y de nuestra democracia, los mismos que bajo la tiranía totalitaria que ejercen en Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria y Hungría, no hartos con la supresión violenta de la libertad de conciencia, de opinión, de prensa, decreten con furia de poseídos, purgas y fusilamientos en masa para exterminar físicamente todo vestigio de oposición democrática al régimen.

Frente a este horrendo crimen que en estas mismas horas se están consumando en los esclavizados de Europa y del Asia, hay chilenos, hay políticos que se jactan de patriotas, de libertarios, de demócratas que, sin embargo, niegan a nuestro régimen, a la autoridad constituida, el derecho de defender nuestra civilización y nuestras propias libertades, con las armas lícitas, honorables que otorgan la Constitución y la ley.

Si esos hombres pudieran despojarse por un instante de su obcecación por combatir al Gobierno y algunos por derrocar al régimen, podrían convencerse de que el totalitarismo plaga y azote de nuestros días, no es otra cosa en el fondo que la consecuencia del debilitamiento o desaparición del principio de autoridad por la acción demoledora de la demagogia técnicamente organizada para no servir al pueblo de Chile, ni a los intereses superiores de la República, sino para servir a los fines imperialistas de la actual tiranía que rige los destinos del pueblo ruso.

Esta tragedia que hoy vive el mundo nos hace mirar el drama de 1891, con serena emoción de chilenos.
Podemos admirar lo profundamente chileno y grande que hubo en unos y otros, y podemos comprender, al revés de hoy, que todos, gubernistas y opositores, leales y revolucionarios lucharon sólo por el engrandecimiento y los destinos superiores de nuestra patria.

Los revolucionarios luchan por la libertad al servicio de los chilenos, Balmaceda defendiendo el Poder y la autoridad para impulsar el progreso de esta tierra que él amó “por sobre todas las cosas de la vida.”

SEÑORAS Y SEÑORES:

El jefe de Estado ha querido estar presente en este acto de Justicia con que la nación honra y perpetúa hoy la memoria del presidente Balmaceda.
“La muerte -dijo él mismo en una oportunidad- es la transfiguración de esta vida en la vida serena de la historia”.

“SATISFACCIÓN INTIMA E INOLVIDABLE DE UNA PROFUNDA GRATITUD EXPERIMENTA EN ESTE INSTANTE LA FAMILIA BALMACEDA, QUE REPRESENTO EN ESTA TRIBUNA”

 

Dijo don Enrique Balmaceda.

Don Enrique Balmaceda Toro, al formular el agradecimiento de la familia, por el homenaje rendido a su padre, expresó:
Señoras y señores:
Es común en la vida, que los grandes dolores tengan a veces hondas y consoladoras compensaciones.

También es frecuente que cuando el espíritu experimenta la placidez que proporcionan las impresiones gratas que provocan los actos nobles y generosos, se sienta impelido a olvidar todo sentimiento ingrato que perturbe la emoción que lo domina.
La familia Balmaceda, que representó con mucho honor para mí en esta tribuna, concurre a esta ceremonia solemne, con la credencial que le otorgan sus vinculaciones de sangre y de afectos con quien ha enaltecido la nación con este hermoso monumento erigido para perpetuar su memoria.

Experimenta en este instante, que será para ella inolvidable, la satisfacción íntima que produce en su ánimo la exteriorización de su profunda gratitud.

Muy intenso es, señoras y señores, su reconocimiento por el homenaje grandioso que tributa el país, a un hombre preclaro, que podría decir, acaso, que lo merece, por los servicios que le prestara, por sus abnegaciones, por los ideales que inspiraron su obra como ciudadano, como político, como legislador, como eterno aspirante al bienestar de sus compatriotas y como Primer Magistrado de la República.

Cumplió sus tareas en las esferas superiores en las que lo colocó el destino y si en un tiempo no fue comprendido, no se apreciaron debidamente la rectitud de sus intenciones ni su ardoroso afán de servir a su patria, hoy quedan consagrados esos esfuerzos y reconocidos en forma justiciera por el país.

La historia como el Tribunal Supremo para juzgar los acontecimientos, así habrá de proclamarlo y de esperar que no se quedará corta en su análisis de los sucesos ocurridos y de la obra realizada durante un periodo de Gobierno que tienen derecho a figurar en forma destacada en los anales de la nación.

Los honores discernidos al Presidente Balmaceda constituyen la más elevada expresión de sentimientos de un pueblo, ratificada por la voluntad espontánea de los variados elementos que lo componen. Así lo demuestra este monumento y la solemnidad de esta significativa ceremonia, prestigiada con la presencia de los más altos representantes de los Poderes Públicos de múltiples instituciones y de todo lo que, en síntesis, manifiesta las diversas actividades del país.

Esos honores también, por derivación, a todos los que tenemos la honra de llevar su nombre, satisfacción enorme que sería inútil ocultar en este momento histórico de amplía significación.

El reconocimiento de la familia de que formo parte no puede expresarse con palabras, reside en el alma y en la parte más sensible del corazón y será perenne como duradero habrá de ser el recuerdo del tributo generoso rendido por el pueblo chileno a un excelso servidor de la patria.

Esa gratitud alcanza a los Poderes Públicos, cuya representación proporciona especial carácter a esta ceremonia, a la Vieja Guardia de Balmaceda, que con acción diligente y cariñosa abrió camino expedito a la realización del homenaje rendido a quien ha sido el constante inspirador de sus actos, al Comité Pro Monumento, que abnegadamente y con resolución ejemplar, dio forma práctica a este tributo imponderable, a los profesionales que aportaron a la erección del monumento, el contingente de su preparación técnica y de su entusiasmo singular, a los concurrentes a este acto inolvidable, embellecido con su presencia e los contribuyentes para realización de esta obra magnífica, y para decirlo todo de una buena vez, al pueblo de Chile, que siempre grande y generoso ha prestado su adhesión afectuosa a este honroso homenaje nacional.

ANTORCHA ENCENDIDA PERMANENTEMENTE AL PIE DEL OBELISCO 

Custodiaremos este monumento como ejemplo para generaciones venideras

Palabras del alcalde de Santiago.

El alcalde de Santiago, doctor José Santos Salas, pronunció una breve alocución para darse por recibido en nombre de la Corporación edilicia y de la ciudad, el monumento al Presidente Balmaceda.
“Nuestra misión –dijo-, será la de custodiarlo y venerarlo como corresponde. Lo conservaremos, pues, y lo haremos respetar, para presentarlo como un ejemplo de grandeza a las generaciones venideras”.

A continuación, el alcalde dio a conocer un reciente acuerdo de la Municipalidad de Stgo., por el cual el actual parque Gran Bretaña, donde se alza el monumento, será denominado en adelante parque “Presidente Balmaceda”.
Al mismo tiempo, se hizo eco de la sugestión hecha en este acto por el senador, don Ladislao Errazuriz, en el sentido de que debería mantenerse una antorcha encendida, permanentemente al pie del obelisco. “La municipalidad de Santiago –terminó- por intermedio de su alcalde, se compromete a realizar esa idea y velará porque, en forma perenne, arda esa llama como símbolo de reconocimiento a la obra del Presidente Balmaceda”.

LOS LIBERALES DE CHILE ASISTIMOS CON ORGULLO A ESTE ACTO JUSTICIERO

“El Presidente del grande, aunque triste destino, retorna entero, arrogante y en pleno triunfo sobre el tiempo y las pasiones humanas”.

Brillantes conceptos de don Ladislao Errazuriz

El presidente del Partido Liberal, don Ladislao Errazuriz puso de relieve la personalidad y obra de gobernante del Presidente Balmaceda en el siguiente brillante discurso:

Excmo. señor Presidente de la República, señor presidente del Senado, señor presidente de la Cámara de Diputados, señores Ministros de Estado, señores Embajadores y Ministros Plenipotenciarios, señoras y señores:
Los monumentos cívicos, hitos señeros en el camino del tiempo, son demostración fehaciente del reconocimiento de la ciudadanía para con aquellos grandes estadistas que la sirvieron con sus intereses morales y materiales desde un plano de elevación y patriotismo. Erigir en la capital chilena y en el ámbito de esta plaza urbana una estatua al ilustre Presidente, don José Manuel Balmaceda, ofreciéndole tras de un obelisco –erguido tal una expresión de voluntad- , el cuadro magnífico de la cordillera Andina, es perpetuar en la piedra y en el bronce una de las figuras más sobresalientes de nuestra historia patria. Este monumento viene a sellar un capítulo de la vida nacional del siglo XIX, y tiene por finalidad enaltecer la memoria de un hombre, cuyas virtudes y vivencia políticas han ido acrecentándose con el discurrir de los años hasta cristalizar en un sentimiento admirativo que le otorga para siempre un sitial de honor entre las figuras patricias, que constituyen el más justo orgullo de la nación.

En este día de la raza, laureado de glorias antiguas, en que el Viejo y Nuevo mundo recuerdan las gestas que surcan airosas en el caudal de la sangre común, Balmaceda, que hizo de su figura elegancia, de su saber cultura, de su palabra elocuencia, de sus trabajos proezas, de su nombre dignidad y de su vida un holocausto, recibe el homenaje que la gratitud de la Patria ha forjado para eternizar su ejemplo.

El Partido Liberal, en cuyos principios Balmaceda nutrió las esencias de su espíritu y a cuya trayectoria prodigó los mejores afanes de su vida, rinde hoy por mi intermedio, al pie de este santuario cívico que guardará para los siglos el perfil de su memoria, su más fervoroso y emocionado homenaje.

Anegadas ya en el tiempo las iras y las pasiones, amarga cosecha de los campos de guerra civil, el juicio de la historia, proyecta en sus verdaderos contornos, la figura fina y recia de José Manuel Balmaceda.
De porte gallardo, de elegancia sobria y varonil, llevaba sobre el gesto del hombre de mundo de la cabeza soñadora, donde se abría, espaciosa y pálida, la despejada frente del pensador. Portaba en su físico esa difícil dualidad que imprimen el señorío y la cultura; suprema armonía heredada del hogar paterno, realizada luego en la frecuentación de los clásicos, donde bebiera con sed ansiosa, las más puras esencias del arte y la sabiduría. Pero había algo más en su apariencia, algo que fluía en su ser por encima del desmayo de su ademán o de la melancolía de su sonrisa, era su espíritu de lucha, su acerada voluntad, su amor apasionado por las ideas liberales que airosamente se iban abriendo paso entre los dogmas tradicionales que enclaustraban al ambiente doctrinario de aquella época.

Lastarria, Santa María, los Arteaga Alamparte, fueron los compañeros de las inquietudes iniciales: aquellas inquietudes que cristalizaron en el famoso Club de la Reforma, primera trinchera de las primeras luchas.
En el Congreso Nacional desde su banca parlamentaria el metal armonioso de su voz, como un mensaje augural de mejores destinos, esparce las consignas de libertad y de progreso. Es el rebozar imperativo de íntimos sentimientos que han encontrado su verdadero cauce. Balmaceda da allí rienda suelta a sus anhelos y el país entero se galvaniza al influjo de su elocuencia arrolladora.

Pero el hombre impulsivo sabía también dominar sus emociones. Así fue como encauzó los desbordes pasionales de su espíritu inquieto en el rígido y formal uniforme del diplomático. Cuando la patria comprometida, debía movilizar todo su esfuerzo y capacidad en el conflicto bélico con Perú y Bolivia, Balmaceda fue nombrado nuestro embajador en Buenos Aires y gracias, en gran parte a su personal influjo y a su extraordinario tacto y diligencia, logró que el tradicional país hermano desoyendo voces inamistosas, siguiera las sagradas normas de fraternidad y de paz con Chile, esas normas juradas y selladas en el inmortal abrazo de Maipú. Más tarde, el presidente Santa María la entrega le cartera del interior. Es entonces cuando la doctrina liberal, cuando los principios que alentaban dentro de su alma como parte inseparable de sí mismo, se hicieron órdenes, se hicieron decretos, se hicieron leyes de la República. Su acción ministerial renovadora y al mismo tiempo ponderada, lo situó en el primer plano de la política nacional.

Así fue como los frutos de esa rutilante trayectoria de luchas y de éxitos maduraron y la ciudadanía hizo entrega a José Manuel Balmaceda del depósito sagrado de sus anhelos y esperanzas, junto con las insignias de Primer Mandatario de la Nación.
Al conjuro de esa inmensa responsabilidad y de este supremo honor, bulléndole en la mente sus ideas de progreso, viendo el largo cuerpo de la patria necesitado de una obra eficaz y constructiva, emprende Balmaceda una administración de una actividad elaborada sin precedentes.

Por el valle longitudinal hacia el sur, los rieles estiran las paralelas del progreso: Los correos y telégrafos […] vicios de comunicación en forma orgánica […] y hospitales alzan sus muros al amparo de su voluntad poderosa. La irrigación y los muelles penetran la tierra y el mar como un acicate productivo: nuevas industrias se instalan, se desarrolla la agricultura, la minería y el comercio. Se quiebran en ritmo dinámico, los restos de viejos y anquilosados moldes coloniales abriendo promisorias perspectivas al Chile del porvenir.

Todavía hoy, sesenta años más tarde, nos admiran sus obras sentadas sobre el paisaje chileno como genuinos monumentos de su labor creadora que tan sólo aparecían adelantados en el tiempo, como un anticipo a este que inaugura hoy la gratitud nacional.
Pero en lo hondo de su gobierno estaba tejiendo el drama, el terrible conflicto que cobraba mayor gravedad. La natural altivez de temperamento del Presidente Balmaceda, chocaba cada vez con mayor violencia con las celosas prerrogativas constitucionales mantenidas por los congresales. Era la lucha enconada de dos principios, de dos concepciones distintas del poder y de la autoridad.

Era el viejo duelo entre el régimen presidencial y el parlamentario que se encontraba nuevamente sobre la candente arena de la disputa. Desgraciadamente ambas ideas disyuntivas se encarnaban en la intransigente altivez de dos poderes convencidos de su razón, y que ya no podían transigir sin menoscabo de su dignidad. Estalló la revolución y la guerra civil más cruenta, enlutó a nuestro país con negros crespones.

Si intentásemos, señores, trazar un paralelo entre Balmaceda y otra gran figura nacional, le compararíamos sin vacilar a don Bernardo O’Higgins. Padre de la patria en el instante. incomparable de su abdicación. Cuando este patricio abre su casaca y ofrece el pecho desnudo frente a la ira de sus adversarios políticos y se brinda así en holocausto, revela hasta el máximo su hombría de bien. Balmaceda sostiene asimismo hasta el último momento sus principios de autoridad y, cuando está vencido, a la manera del capitán de barco que ha encallado su nave, pone por epílogo de su propia sien, el golpe mortal con que se abdica de la vida. Así muere el Mandatario de recia estirpe, crispada la diestra en el timón como el marino, o bien ya muerto, como el combatiente heroico que resta uncido a la silla de su caballo de guerra.

Rectitud y nobleza hasta la hora postrera. Y allí queda para ejemplo de las generaciones ese testamento político que habría de llamar a la concordia de un país dolorosamente desunido.

La filosofía de la historia nos advierte que lo principal en este mundo no son las incidencias, sino los hechos ya conclusos. La revolución de 1891, juzgada desde el punto de vista de sus consecuencias, fue una crisis en el crecimiento de las instituciones nacionales.
Del dolor social de esta guerra civil surgió acuñada como medalla de oro -adverso y reverso- una nueva conciencia política. Si el Parlamento defensor de la Constitución salía reforzado en sus convicciones, no lo conseguía menos el Poder Ejecutivo al sentar los principios de autoridad sobre bases inconmovibles. Y el tiempo que es el juez definitivo ha venido a confirmar con la reforma constitucional del año 1925, que se hacía indispensable un régimen más presidencial, liberándolo de las trabas de un excesivo parlamentarismo.

Los liberales de Chile, diferenciados algún tiempo en fracciones nutridas por un mismo credo, separándose sin embargo en corrientes ocasionales. Así actuaron en el año 1894, en que los Balmacedistas obtuvieron importante representación parlamentaria, hasta el año 1933, fecha en que todas las corrientes liberales desembocaron como un rio poderoso en la Convención Liberal de Viña del Mar. Se produjo entonces la unificación definitiva del liberalismo chileno y los Balmacedistas de la vieja Guardia con sus banderas, sus trofeos y sus recuerdos se acogieron para siempre como un símbolo, bajo el alero de la casa común. Quien os habla, liberal por tradición y por espíritu, ha visto encarnarse en su propio hogar ese anhelo de unificación del liberalismo y de la familia chilena que emana del pensamiento político de Balmaceda. Se da hoy el caso de que los hijos del Presidente del Partido Liberal, llevan en sus venas sangre entremezclada de los actores, de ese inolvidable drama político. Así muchas uniones semejantes acreditan que la concordia se hizo efectiva en el seno de nuestra sociedad y de que el espíritu del gran Presidente pervive en el alma de todos los chilenos. Ya no es tan sólo la figura romántica que decoró los hogares humildes con la estampa de su dramática resolución, sino que es también el ejemplo de un civismo y de una rectitud caballeresca que se adhiere a la conciencia nacional con perfiles imperecederos. Los liberales de Chile asistimos con orgullo a este acto justiciero y solemne en que el Presidente -del grande, aunque triste destino- retorna entero, arrogante y en pleno triunfo sobre el tiempo y las pasiones humanas. Quisiéramos, eso sí, que una luz permanentemente encendida acompañe esta imagen del prohombre liberal para que nunca se haga noche, de sombras en su torno y siempre este esclarecida como la lumbre de un faro que guíe los pasos de nuestros conciudadanos y les mantenga unidos en ideas de paz social y de progreso para bienestar y satisfacción de nuestra patria.

He dicho.

BALMACEDA RECIBIÓ AYER EL RECONOCIMIENTO PÚBLICO

Homenaje de recuerdo al Presidente Balmaceda, fue el que ayer le tributará la ciudadanía con motivo de inaugurarse el monumento a su memoria, erigido en el Parque Gran Bretaña. El público exteriorizó su reconocimiento al político, en tal forma que desde temprano había ocupado las inmediaciones del lugar, donde debía realizarse la ceremonia. La presencia de la Escuela Naval y de los regimientos “Cazadores” y “Escuela de Artillería Antiaérea”, que formaron en cuadro alrededor del monumento, como adhesión de las

Fuerzas Armadas a este acto, constituyeron una nota de alto sentido patriótico.
Miembros de diversas instituciones, alumnos de establecimientos educacionales y boys scouts se habían situado en el césped, detrás del obelisco.
Ministros de Estado, parlamentarios, representantes del Poder Judicial, miembros del Cuerpo Diplomático, jefes de las Fuerzas Armadas y miembros de la familia Balmaceda, 
habían tomado colocación en la tribuna de honor, cuando un toque de clarín anunció la llegada del Presidente de la República, cuya presencia fue recibida con los acordes del Himno Nacional, y aplaudido por la concurrencia.

Terminó su discurso, don Claudio Vicuña Subercaseaux, grande amigo del Presidente Balmaceda, procedió a retirar la bandera nacional que cubría el monumento, y la figura del patricio, esculpida en bronce, apareció a la vista de los asistentes bañada por el sol del mediodía. Fue un instante de emoción, acrecentado por el sonido del clarín que ordenaba silencio.

A partir de ese momento, prosiguieron los discursos que pronunciaron el Presidente de la República, Presidente del Senado y demás oradores.
Los altoparlantes que habían sido ubicados en sitios adecuados permitieron al público escuchar con atención ese fragmento de la historia patria, que contiene aquella parte de la vida política chilena, cuya culminación fue la revolución de 1891.

Cerca de las dos de la tarde, finalizada ya la ceremonia, y cuando el público se había retirado, solo quedaban junto al monumento las ofrendas florales, testimonio del afecto con que la ciudadanía recuerda al presidente Balmaceda.

EL ABANDERADO DE LA VIEJA GUARDIA SUFRIÓ UN SÍNCOPE

Don Luis E. Zavala no pudo contener su emoción.

Cuando un toque de clarín anunciaba la señal para descubrir el monumento erigido a la memoria del Presidente don José Manuel Balmaceda, y lentamente era descorrido el velo que ocultaba el bronce, sufrió un desmayo el señor Luis E. Zavala, quien se encontraba junto al obelisco y portaba el estandarte de la Vieja Guardia de Balmaceda.

Algunos asistentes que estaban cerca del señor Zavala le prestaron solicita atención y, repuesto luego de su emoción, el respetable anciano tomó de nuevo su estandarte y montó guardia junto al monumento, hasta el final de la ceremonia.

“FUE UNO DE LOS HOMBRES MÁS EMINENTES DE SU GENERACIÓN”

Reseña de la alocución pronunciada por don Arturo Alessandri Palma, en la inauguración del monumento a Balmaceda.

Finalizado el discurso del Presidente de la República, uso de la palabra en una extensa improvisación, el presidente del Senado, don Arturo Alessandri Palma, quien evocó los hechos de mayor importancia que señalaron en la vida nacional, la vida y obras del Presidente Balmaceda.
Entre otros conceptos, el señor Alessandri, expresó:
“Una obra de Justicia se cumple hoy al rendir este homenaje perenne a la memoria del Presidente Balmaceda, en este mismo sitio donde el iniciara la obra de la canalización del Río Mapocho”.
Pasó revista, luego, a la juventud de Balmaceda desde sus días de estudiante en el Seminario Conciliar de Santiago hasta que encontró refugio a su inquietud política en el Club del Progreso.
“Diputado por Carelmapu -prosiguió- y más tarde, como ministro de Relaciones del Presidente Santa María, comenzó a fructificar la vida de este hombre, que fue uno de los más eminentes de su generación y cuya obra comprometió la gratitud del país”.
Más adelante, el señor Alessandri hizo un recuerdo de la brillante misión que cumpliera Balmaceda como Canciller al hacer la paz con los países vecinos del norte, que se 
encontraban en conflicto con Chile. “Esta labor -dijo- constituye la página más gloriosa que él escribiera, y ella sola justifica la erección de este monumento”.

Un análisis sobre las obras de progreso que emprendió Balmaceda en su presidencia y acerca de sus luchas políticas, que culminaron con la revolución y con su muerte, completó la alocución del señor Alessandri.