Por Nicolás Llantén Quiróz – Historiador

El problema de la pandemia que actualmente nos azota no solamente nos ha permitido apreciar lo vulnerables que somos como sociedad ante un azote de viral de dimensiones mundiales, sino también otro de los puntos clave en lo que refiere al sustento de los países: la economía.

Nuestro actual modelo de desarrollo, que potencia el librecambio y la interconexión de mercados a gran escala, prácticamente ha ido socavando no solo sus bases más fundamentales, como la necesidad de la apertura de mercados para fomentar la inversión extranjera, sino también ha desnudado uno de nuestros flancos más débiles: la dependencia absoluta a los mercados bursátiles exteriores. Dicha dependencia, de la cual se nos decía hace no mucho tiempo que permitiría sostener un camino de progreso prolongado producto de los nuevos recursos que llegaban, finalmente, al cortarse ese delgado hilo de subsistencia por la inevitable sucesión de catástrofes en la historia, que son impredecibles, puso de manifiesto que quizá nuestra estrategia de desarrollo estaba, al menos, probablemente errada.

Balmaceda, hace más de 130 años, nos indicaba con estas palabras, al ser proclamado como presidenciable del partido liberal en 1886, la necesidad de fomentar la industria propia y dejar de depender del mercado externo: 

“Si a ejemplo de Washington y de la gran república del norte, preferimos consumir la proclucción nacional, aunque no sea tan perfecta y acabada como la extranjera;si el agricultor, el minero y el fabricante, construyen sus útiles o sus máquinas de posible construcción chilena en las maestranzas del país; si ensanchamos y hacemos más variada la producción de la materia prima, la elaboramos y transformamos en sustancias u objetos útiles para la vida o la comodidad personal; si  ennoblecernos el trabajo industrial, aumentando los salarios en proporción a la mayor inteligencia de aplicación por la clase obrera; si el Estado, conservando el nivel de sus rentas y de sus gastos, dedica una porción de su riqueza a la protección de la industria nacional, sosteniéndola y alimentándola en sus primeras pruebas; si hacemos concurrir al Estado con su capital y sus leyes económicas, y concurrimos todos, individual o colectivamente, a producir más y mejor y a consumir lo que producimos, una savia más fecunda circulará por el organismo industrial de la república, y un mayor grado de riqueza y de bienestar nos dará la posesión de este bien supremo de pueblo trabajador y honrado: vivir y vestirnos por nosotros mismos”.

Como podemos ver, Balmaceda con un enorme sentido de la realidad y del progreso, tenía sumamente en cuenta que el beneficio comercial y de riqueza real para Chile debía ser aquél que permitiese mantener un nivel de producción interno que le permita al país, al menos “vestirse por sí mismo”, no solo pensando a nivel de catástrofes mundiales como vivimos en nuestros días, si no que con un sentido de Estado mucho mayor, ya que solo aquellas naciones que realmente son capaces de progresar en el plano económico internamente, pueden competir en igualdad de condiciones en el mundo externo y crear un camino de riqueza sostenible para sus propios ciudadanos. ¿Debemos pensar entonces, que el verdadero fomento para nuestra riqueza y desarrollo como país pasa aún por la apertura de nuevos mercados?, o ¿no será más bien necesario mirar hacia nuestro interior y comprender nuestras potencialidades económicas? y, por sobre todo, ¿es tiempo de seguir pensando que la sola producción y concentración de riqueza es la vara con que debemos medir nuestro progreso y desarrollo? Balmaceda ya lo veía hace más de cien años, vestirnos con nuestros propios ropajes no solo es querer a Chile, no solo es fomentar nuestra industria, es también generar un crecimiento sostenible, fructífero y real, que le permita a nuestro país ser parte importante de la gran torta que significan las riquezas del mercado. Esperemos, en algún momento poder volver sobre nuestros pasos, y que estas situaciones complejas, como la pandemia, nos hagan visualizar en mayor medida, la necesidad de repensar nuestro camino de desarrollo.

Para saber más:

  • Collier,S., Sater, W.(2018) Historia de Chile, 1808-2017,  Madrid: Akal.
  • Devés, E.,  Sagredo, R., (1992) Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía. Santiago: Centro de investigaciones Diego Barros Arana.
  • Ortega, L., (2005) Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880. Santiago: LOM / Centro de investigaciones Diego Barros Arana.