Por Nicolás Llantén Quiroz – Historiador

Hacia fines del siglo XIX, en diferentes lugares del mundo primaba la necesidad de la expansión del progreso. La tecnificación, la rapidez y el ingenio humano estaban desbordándose en multitud de rincones del globo, en donde la expansión europea reclamaba para si estos frutos intelectuales e industriales. Los países que no lograban insertarse en dicho vagón del progreso, quedaban irremediablemente rezagados y eran fácil presa de potencias que poco a poco se iban repartiendo la tierra por trozos, como si de un pastel se tratase.

Ahora bien, en América Latina, el análisis de dicha situación pasó por buscar una explicación de estos frenéticos acontecimientos. Dependiendo de los intereses políticos de los diversos Estados y su situación interna, se llegó a la conclusión que el predominio de los europeos (principalmente), se asociaba a dos condicionantes claves. Por una parte, la necesidad de una industria fuerte y eficiente, y la otra, la capacidad de potenciar la instrucción, el desarrollo de la educación que precisamente sustentase dicho avance en el tiempo.

Si bien nuestro país desde sus primeros años de vida independiente buscó fomentar dichas políticas, va a ser el presidente Balmaceda el principal defensor de estos ideales que ya podrían rastrearse desde los primeros liberales, como John Locke o bien los Ilustrados, los cuales indicaban que para poder ejercer realmente la libertad de los seres humanos, había que nutrir su educación. La educación era la base de la razón, según se parafraseaba a través de las páginas de la Enciclopedia redactada por Diderot (entre otros autores). De esta manera, presentaba el presidente en su mensaje a la nación el 1 de junio de 1887 su idea sobre la necesidad de la instrucción en Chile:

Pero la cuestión más seria e interesante que puede ofrecerse a nuestra contemplación, aquella que resume todo nuestro futuro progreso intelectual, la que influirá más directamente en la formación del ciudadano, del obrero inteligente y del trabajo reproductivo, es la instrucción pública

Es sumamente interesante ver dos premisas claves en este párrafo. Por una parte, la necesidad imperiosa de hacer entender que en la educación de los ciudadanos de Chile descansa el porvenir del país, no solo como elementos ilustrados a nivel individual, (lo cual, por cierto, es sumamente provechoso), sino también comprender que sin ellos no se logra mover ninguna otra pieza del engranaje del progreso: el desarrollo pasa necesariamente por la promoción de la enseñanza por parte del Estado hacia los chilenos. Y esto nos trae la siguiente premisa: es el Estado, el ente público quién debe promover dichas competencias. Balmaceda entiende perfectamente que debe existir un proyecto educativo libre, en donde cada elemento social pueda permitirse desarrollar el modelo que le parezca mejor, pero es tarea del Estado que dicha promoción se realice y se promueva. Ya lo había referido años antes, durante el discurso del meeting de la proclama de candidatura presidencial de Santa María, en 1881:

Hagamos que todos los chilenos aprendan a leer, y que al aprender las primeras letras, reciban la noción de Dios y de la patria. Que aprendan sus deberes, que conozcan sus derechos, que practiquen las reglas de moral que les hagan hombres de bien, y las virtudes cívicas que les hagan buenos ciudadanos. Derramemos a manos llenas la moral y la instrucción, porque la moral y la instrucción del pueblo, señores, son las lenguas de fuego con que el espíritu de Dios desciende sobre la frente de los obreros del progreso humano

Claramente, a raíz de los hechos vistos durante su gobierno, el presidente cumplió dichos ideales a cabalidad. Que fuerte retumban estos dichos en las conciencias de los chilenos. Son planteamientos de hace más de ciento veinte años y sin embargo siguen siendo tan actuales. Esperemos que el rumbo, se encauce, hacia un mejor futuro. 

Para saber más:

  • Bethell, L (1992) Historia de América Latina. América del Sur, c.1870-1930. Barcelona: Crítica.
  • Devés, E., Sagredo,R. (1992) Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía. Santiago: Centro de investigaciones Diego Barros Arana.
  • Gaete, J.L., Lobos, M., (2016) Balmaceda siglo XXI., Santiago: Fundación Balmaceda.