Por Nicolás Llantén – Historiador

El mundo del siglo XIX, al igual que la época que nos toca vivir, mostró el aspecto de la nueva era que iniciaba en el mundo gracias al desarrollo de la técnica y claro, el predominio del pensamiento lógico y la razón. Como nunca, las comunicaciones, los viajes y el comercio florecían en múltiples sectores del globo. Sin embargo, esta rapidez técnica y económica, no era igual para todos los países. La brecha entre países ricos y técnicamente desarrollados aumentaba fuertemente cada año, y además posicionaba a las potencias expansionistas en sitiales de poder que prácticamente las estaba convirtiendo en árbitros mundiales. ¿Les suena la historia? Parece más actual que nunca. Entonces, ¿qué hacer para evitar ese sometimiento tácito de nuestro país a los vaivenes de los grandes?

Balmaceda y su gobierno habían propuesto desde un inicio dos grandes pilares: la educación y el desarrollo técnico-industrial. Sobre el segundo punto, tenemos claro que dicho desarrollo debía asociarse a una situación geográfica, social y cultural compleja. La falta de conexión de nuestro país. Territorio que, si bien había logrado expandirse y consolidarse producto de los acontecimientos bélicos, estaba prácticamente aislado, en donde las potentes y ricas regiones del norte, vinculación directa tenían con el centro capitalino e incluso más problemas había para tener noticias del territorio austral. Había que resolverlo, y el presidente Balmaceda así planteaba la solución a los chilenos; la construcción del ferrocarril, el cual por supuesto, debía tener como mentor al Estado de Chile:

El ferrocarril central hasta el Malleco y que debe continuar hasta Osorno y Melipulli, es la línea férrea del Estado. Los ramales del Peñón, Melipilla, Pelequén, Palmilla, Constitución, Cauquenes y Mulchén, corresponden a los valles laterales y sirven intereses particulares y limitados. AI norte son los intereses particulares o de localidad los que han dado existencia a los ferrocarriles de Coquimbo y Tongoy, Carrizal, Copiapó, Chañaral, Taltal, Antofagasta y Tarapacá. Principia en este instante, señores, la línea norte del Estado, la cual servirá las necesidades administrativas y de gobierno a la vez que las industriales y de la población.

Llamo a esta línea del Estado, porque estos rieles que vamos a tender en breve, formará la huella de acero por la cual podremos movilizar, con los óptimos frutos del trabajo, los elementos y la población que contribuirán a la futura seguridad del Estado y que harán de Chile una nación inexpugnable contra toda tentativa de invasión exterior.

El ferrocarril de La Calera a Tarapacá no es una obra extraordinaria ni impracticable ni superior a nuestras fuerzas ni a nuestra capacidad económica. Cae bajo la acción racional y discreta de los poderes del Estado, y el Congreso y la opinión, en cuyo patriotismo he encontrado noble estímulo para obras que se estimaron quiméricas en los momentos de su concepción, no me negarán su concurso para preparar en breve los estudios y presupuestos necesarios, a fin de que en 1890 veamos el problema en sus proporciones verdaderas, y lo abordemos con la energía de los hombres acostumbrados a decir lo que piensan y a realizar lo que dicen.

Cuesta imaginarse en la actualidad un país sin conexión, en donde la comunicación sea muy compleja y lenta. Bueno, el Chile que recibió Balmaceda en su tiempo lo era, así que él tomó como representante del Estado dicha tarea primordial: unir a todos los chilenos.

¿Será que en la actualidad habrá cambiado dicho sentido, y ahora la conexión de los habitantes de un país es solo cuestión de privados? De ser así, con razón se explica, en cierto sentido la deshumanización del gobierno y, muchas veces la incomprensión hacia su propio pueblo. El Estado debe proveer y unir a los ciudadanos, en un camino, en un sentido del que todos participemos, según nuestras aptitudes. Balmaceda lo sabía. ¿Lo sabrán quiénes nos rigen? Miremos las autopistas concesionadas, ya tenemos una respuesta…

Para saber más:

  • Devés, E., Sagredo,R., (1992) Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía. Santiago: Centro de investigaciones Diego Barros Arana.
  • Ortega, L.(2005) Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880. Santiago: LOM / Centro de investigaciones Diego Barros Arana.

Sagredo, R., (2001) Vapor al norte, tren al sur. El viaje presidencial como práctica política en Chile. Siglo XIX, Ciudad de México/Santiago: Colmex/ Centro de investigaciones Diego Barros Arana.