Discurso del presidente de la república José Manuel Balmaceda en la ceremonia de fundación de la primera piedra de la escuela pública nº 1. Santiago, 17 de septiembre de 1887.
Al depositar en el seno de esta roca el acta que conmemora la fundación de esta escuela, deseo recordar a mis conciudadanos que la instrucción del pueblo es la fuente más activa y fecunda de donde emana el progreso intelectual, moral y político de las naciones. En ella descansa el conocimiento de los deberes, el desarrollo y perfeccionamiento incesante del trabajo, y, como su más legítimo fundamento, la libertad humana, el orden social y las leyes.
Un pueblo con verdadera instrucción pública forma, en la colectividad de los estados cultos, un centro de poder y de influencia universal, que señala los derroteros del arte, de la ciencia y de la industria, y alza sobre la faz de la tierra la antorcha de la razón que prepara y alumbra el porvenir con las investigaciones de la verdad.
Señores: he observado entre nosotros que el padre previsor y solícito, y aun el simple obrero cuando cultivan una heredad, construyen albergue para su familia, y en su derredor plantan árboles que en breve producen frutos sazonados y sombra bienhechora.
A nosotros corresponde, en el ejercicio de la autoridad pública, plantar estos árboles intelectuales que darán a la sociedad chilena los frutos del espíritu, los útiles y legítimos anhelos del trabajo, el ramaje a cuya sombra podrán vivir y descansar felices las generaciones venideras.
Si gobernar es querer y poder hacer el bien, yo no tengo la aspiración de realizarlo, con el concurso de todos mis conciudadanos, a fin de que la posterioridad recuerde y bendiga vuestra obra y nuestra obra.