En 1868, en pleno gobierno de Jose Joaquin Perez, Benjamin Vicuña Mackenna sintiendose humillado por algunas publicaciones satiricas hacia su persona, presento una denuncia ante los tribunales contra las publicaciones «El Charivari» y «La Linterna del Diablo» y el diario «El Ferrocarril», el mas importante de la epoca, pidiendo las maximas sanciones hacia sus redactores, esta peticion es un condimento mas de la crispada situacion politica de la epoca, donde a pesar de gobernar un miembro del Partido Liberal como J.J.Perez, los conservadores seguian teniendo influencia en las principales decisiones del poder ejecutivo como su impedimento a ejercer reformas hacia diversas areas como la libertad de imprenta (de prensa), mal que mal gobernaba la «Fusion Liberal Conservadora», una alianza entre los principales partidos politicos nacionales de ese tiempo para gobernar el pais, En el Club de la Reforma, el futuro presidente Balmaceda, apoyo a los querellados con este discurso otorgado en una cena hacia ellos el 27 de septiembre de 1868, defendiendo asi la libertad de expresion de toda una sociedad que buscaba modernizarse a pesar de los dogmas imperantes (N.de la R: la ortografía y redacción son correspondientes a aquella época que para su valor testimonial hemos decidido mantenerla):
«Entre otros objetos, esta reunión tiene el de dar un voto de adhesión y de simpatía á los escritores que, arrastrados al banco de la prueba, han defendido dignamente su honor y los fueros de la prensa»
«En su digna carrera de escritor, el señor Godoy ha maninifestado patriotismo, elevación de ideas, generosas miras, y lo que más es, ha conquistado de manos de la justicia un trofeo que prueba que nunca extralimitó la esfera de la ley, que siempre estuvo en el terreno del derecho. Cuando el soplo dé las malas pasiones ha invadido las regiones del poder, el señor Godoy, inspirándose en las aspiraciones legítimas de la opinión, ha combatido los abusos con entereza; ha proclamado, aunque con poco fruto departe de sus adversarios, esa política que tiende á que todos los chilenos nos miremos con estimación, con respeto, que nos inspiremos en las buenas ideas, en la noble conducta; y ha contribuido á despertar el espíritu público, que viene preparando los elementos que en breve han de hacer que todos los buenos ciudadanos se reúnan en el seno de un solo y gran partido, de un partido que tenga por base la inteligencia, la virtud, y por fin, la prosperidad y el engrandecimiento común de la patria. El señor Rodríguez Velasco ha sido condenado; pero la condenación legal, cuando la opinión pública absuelve, no es es más que la expresión de la debilidad humana, que nada puede contra la verdad, contra la justicia, contra la recta conciencia.—¿Qué importa que sobre el juicio promovido al señor Rodríguez Velasco haya caído un fallo tan negro como las sombras que cubren á la patria? ¿Qué importa, repito, si el sol de la conciencia pública ilumina su frente de ciudadano, su corazón de hijo ?»
«Para el señor Rodríguez Velasco debe haber sido satisfactorio sufrir los rigores de una ley que ahora no tiene su base en la razón, ni en el bien de la comunidad, ni en los altos intereses del Estado; de una ley que, si era excusable en otro tiempo, hoy día, en el año 68, es una anomalía, un coloso de hierro que amenaza la vida de nuestras primeras libertades públicas. Digo que para el señor Rodríguez debe haber sido satisfactoria la condenación, porque principia el sacrifício, y porque en la vida pública de los pueblos sólo el sacrificio es fecundo. Cuando hay hombres que arrastran se renos la persecución y las malas leyes, se da testimonio de que el egoísmo se evapora, de que el patriotismo no es una palabra vana, de que, llegado el momento y la hora, todo nombre honrado, todo buen ciudadano, estará en el puesto del honor.»
«Desde lo íntimo de mi conciencia de hombre y de ciudadano, pido, señores, la libertad de la prensa, amplia, completa. I la pido, porque la palabra escrita es, á mi juicio, el agente universal del desarrollo y de la perfectibilidad humana. Libremente manifestada, llega ¡í todas partes, recorre todos los círculos sociales, los ilustra, los eleva, los engrandece. Para mí, la palabra escrita es ese río de que habla el Apocalipsis, que nace del seno de Dios, de osa trinidad formada por la inteligencia, la palabra y el amor del bien, y que corre abundante para fertilizar los valles de esa vasta superficie que se llama el mundo, que penetra en las ciudades y alienta el espíritu público, que perfecciona las instituciones, los derechos y las libertades de ese gran pueblo que se llama la humanidad. Desviar su curso, es negarse á recibir los dones de la Providencia. Poner diques a su corriente, es encadenar la libertad del pensamiento, de la idea, que elabora la verdad por medio de la discusión, del libre examen ; es poner barreras al progreso moral, á la industria, al mejoramiento politico, í todo conocimiento humano. Reglamentar la distribución de sus aguas, es decir, reglamentar la libertad de la prensa, es apagar la luz de la inteligencia, es encerrarla para que solo alumbre en la oscuridad de las cárceles; es más aún, porque es consagrar el despotismo que á nombre de la justicia hace de un hombre ilustrado un hombre esclavo, de un inocente un culpable, del escritor público una víctima.»
«Brindo,’señores, por la derogación de la ley que niega la libertad del pensamiento, porque sólo la luz disipa las tinieblas, porque sólo la libertad vigoriza y engrandece íi los pueblos».