La batalla de Placilla (28 de agosto de 1891) – Por Nicolás Llantén Quiroz
Como veníamos indicando previamente, la situación del bando presidencial era catastrófica a nivel de organización. Faltaban municiones, pertrechos de todo tipo, la artillería que había servido en Con-Con se había perdido completamente, sin contar el hecho de que las filas de los rebeldes habían aumentado. Al iniciar la lucha en Con-Con, el 21 de agosto, se calcula que más o menos las fuerzas de ambos ejércitos se encontraban en paridad de efectivos, rondando cada uno de 8000 a 9000 hombres según las fuentes. Sin embargo, concluida la batalla y después de las vejatorias acciones relatadas después de la misma, el número de soldados de los Congresistas había aumentado en más de 11.000, ya que según Ismael Valdés Vergara (secretario general de la Escuadra), alrededor de 2000 hombres se habían pasado a sus fuerzas. Claramente para el presidente Balmaceda y su gobierno la situación no podía ser más lamentable. A pesar de estos pormenores y de que las posibilidades de victoria parecían ser complejas, el presidente Balmaceda comentaba lo siguiente a sus cercanos en los días previos al desenlace final:
“Espero que esta lucha que ya se prolonga demasiado, no termine con los perjuicios y las vejaciones personales que en las horas de trastorno manchan a los hombres y envilecen a los pueblos”.
Claramente, dicha premisa se cumpliría casi a cabalidad en forma contraria… La batalla de Placilla, por muchas y diversas fuentes sin duda fue uno de los hechos de armas más sangrientos y horribles que han acontecido en nuestro país, no tan solo por el número de muertos (de por sí elevadísimo para la época) sino también por el nivel de envilecimiento con que actuaron las fuerzas vencedoras.
Disipada la neblina de la madrugada del día 28, luego de una tortuosa marcha a través de las quebradas, las tropas de del Canto se topan de frente con la artillería de las fuerzas de gobierno que, a pesar de todos los contratiempos, trató de evitar el avance de los sublevados lo mejor posible. Iniciaba la batalla. El soldado Victor J. Arellano nos lo relata:
Eran las 7 y media A.M. Apenas transcurridos algunos minutos, la artillería e infantería de los revolucionarios, contestaron los disparos. Extendida en guerrilla la infantería enemiga, comenzó el ataque por ambas partes con bríos colosales. El fuego se hizo nutridísimo. La densa humareda impedía observar los efectos de los proyectiles, pero la matanza por una y otra línea era ¡espantosa! En el corto espacio de una hora, millares de hombres azotábanse sobre el polvo en que se sepulta el orgullo humano, y mortíferas heridas enviaban a unos al seno de la eternidad, condenaban a otros a lanzar el lastimero ¡ay! de los moribundos.
Tres horas después, el desenlace era claro. Las fuerzas de gobierno eran rebasadas en el área izquierda y huían en desbandada hacia Valparaíso. Solo algunos cuerpos en el centro, que cubrían el viejo Camino Real, resistirían un poco más. A mediodía la lucha había finalizado, el número de bajas se acumulaban por ambos bandos. Alrededor de 2000 a 2500 soldados habían caído en cada lado, dando un total de más o menos 4500 chilenos muertos en 3 horas de combate. De entre ellos se contaba la mayoría de la oficialidad de los Balmacedistas, así como también los comandantes, Barbosa y Alcérreca, quiénes fueron acribillados y sus restos vejados sin dilaciones por la tropa rebelde. El saldo no podía ser peor.
Iniciaba la hora más negra para la vida y obra de las fuerzas de Gobierno. El presidente Balmaceda indicaba la rendición de sus fuerzas y se aprestaba salvaguardar su vida y la de su familia. Comenzaba de esta forma tan dolorosa, su camino a la inmortalidad.
Para saber más:
- Valdés, I. (1891) Última jornada contra la Dictadura., Santiago: Imprenta Cervantes.
- Rodríguez, M., E., (1899) Últimos días de la administración Balmaceda Santiago: Imprenta y librería del centro editorial La Prensa
- Arellano, V.J. (1892) Batallas de Con Con y Placilla. Reminiscencias de un ex – terceriano. Buenos Aires, Sin editorial.
- Nabuco, J. (1914) Balmaceda. Santiago: Imprenta Universitaria