Por el historiador Nicolás Llantén

Hemos de visualizar que la cercanía de las lecturas y la escritura del futuro presidente Balmaceda son rastreables desde muy temprano. La facilidad con que se desempeñaba en sus años de estudiante, en campos como la literatura y la historia, por ejemplo, eran destacadas incluso por sus propios maestros. Sabemos también que conocía, el latín, ya que constantemente utiliza latinismos y cultismos de diversa índole en sus cartas y escritos. Claramente podríamos asociar dicha situación a su estancia en los años del Seminario Conciliar, pero no debemos vincular dicho conocimiento solo a su cercanía eclesiástica, sería ser tremendamente reduccionista, más cuando, a pesar de tu ferviente catolicismo, nunca pasó los intereses de la política liberal por sobre su opción religiosa personal.

El valor de las artes y las letras en la formación de José Manuel Balmaceda reflejan también su sabiduría, comprensión y capacidad de expresarse ante sus semejantes. Las dotes oratorias con las que contaba eran aclamadas tanto por sus partidarios, como también por sus más encarecidos opositores, sobre todo en los últimos años de mandato de su gobierno. Por mencionar un ejemplo, al momento de explicar la situación que había acontecido con respecto a la victoria del Congreso revolucionario en 1891, se expresaba en su conocido testamento político de la siguiente manera:

¿No se formó en los famosos tiempos de Roma una coalición de partidos y de caudillos en que, para asegurar el Gobierno, el uno sacrificó a su hermano, el otro a su tío y el principal de ellos a su tutor? ¿No fue degollado Cicerón por orden de Popilio, a quien había arrebatado de los brazos de la muerte con su elocuencia? Todos los fundadores de la independencia sudamericana murieron en los calabozos, en los cadalsos, o fueron asesinados, o sucumbieron en la proscripción y el destierro. Estas han sido las guerras civiles en las antiguas y modernas democracias.

Sólo cuando se ve y se palpa el furor a que se entregan los vencedores en las guerras civiles, se comprende por qué en otros tiempos los vencidos políticos, aun cuando hubieran sido los más insignes servidores del Estado, concluían por precipitarse sobre sus propias espadas.

El fuerte vínculo entre la capacidad expresiva de sus palabras, en conjunto con la fortaleza de su carácter, muchas veces provocaron más de algún conflicto con algún personaje de la alta sociedad de la época. Si asociamos a esto la vehemencia y soltura con que exponía sus argumentos a nivel de la oratoria, es muy claro el panorama que se nos plantea de la figura del presidente, con una personalidad muy clara y decidida, aunque afable y de buenos modales como dijera el poeta Rubén Darío al conocerlo.

Siempre se piensa que el arraigo que tuvo para el presidente la muerte temprana de Pedro su hijo, habría condicionado su apego a las letras y la búsqueda del apoyo a figuras de las artes, como el ya citado poeta nicaragüense. Pero dichas aprensiones particularizan e incluso simplifican la figura de un hombre que, si bien disfrutó sus días más lustrosos al frente del gobierno de Chile, también tuvo una brillante carrera administrativa y literaria. No debemos olvidar que también ejercicio como periodista e incluso fomentó la publicación y redacción de múltiples periódicos en su época. La figura del presidente Balmaceda y su relación con las letras y artes es mucho más compleja de lo que podría pensarse, como si fuese una línea más dentro de su renovador programa político. Es con esta comprensión de mayor profundidad en su figura que podríamos llegar a esbozar su gran apoyo hacia la ilustración y el conocimiento para con el pueblo chileno. Pero, dejémoslo a él, a través de sus fervientes proclamas al pueblo, clarificar estas propuestas:

Hagamos de la moral y de la instrucción pública, los espejos de Arquímedes, que alumbren, abracen o consuman a nuestros enemigos.

No hay poder de guerra, señores, superior al poder de la inteligencia, ni fusil, ni cañón que tenga la eficacia de la idea. Démosla pura, noble y elevada, a cada chileno, y en cada chileno tendremos un soldado, un vencedor o un héroe.