Por el historiador Nicolás Llantén

Como hemos podido ver a través de estas semblanzas, el futuro presidente podría considerarse una persona brillante, de carácter serio y parco, pero siempre muy afable y “de buenas formas”, como se decía en la época. Por la misma razón, es que se puede entender que también producto de esas características, la “juerga” o el divertirse constantemente no estaba entre sus prioridades, como era de uso común en esos tiempos. Lo mismo, con respecto a sus cercanos. Quizá no eran muchos, como podría pensarse en una figura de la relevancia de José Manuel Balmaceda, sin embargo, eran entrañables y correctos modelos de las virtudes con las cual don José Manuel quería vincularse.

Dos de estos grandes amigos del presidente (sino sus más cercanos), estarán con él hasta sus últimos momentos, los cuales son: Julio Bañados Espinosa (quién sería su ministro de Justicia e Instrucción Pública) y Eusebio Lillo (quién sería ministro del Interior). Ambos compartían dos cosas en común con don José Manuel que eran capitales; por una parte, el conocerse desde muchos años y la otra, sus ideales políticos muy claros.

Don Julio Bañados, (quién incluso tendría el encargo por el propio presidente de narrar los sucesos de 1891), era conocido por don José Manuel desde sus años de escuela. Nacido en Valparaíso, destacó siempre por sus aptitudes para las leyes y letras, lo que le permitió desenvolverse como un docente, y abogado destacado. Furibundo liberal y muy cercano a los postulados políticos del presidente, siempre apoyó y aconsejo a su excelencia, sobre todo después de los terribles acontecimientos de disputa entre el Ejecutivo y el Congreso. Fue un gran defensor y promotor de la figura de don José Manuel después de su sacrificio.

Don Eusebio Lillo, por su parte, oriundo de Santiago y con una vida muy sufrida desde pequeño, producto de la temprana muerte de su padre, siempre destacó por su afición a las letras y también por la brillantez y excepcionalidad de sus obras, que lo llevaron incluso a ser conocido en hasta en la actualidad como el autor de la letra de nuestro querido himno nacional. Conoció también a don José Manuel durante sus clases, y debido a sus fervientes ideales liberales, fue perseguido durante un tiempo, lo que le obligó a huir del país luego de los sucesos revolucionarios de 1851. Con una brillante carrera en la poesía, el periodismo y como funcionario gubernamental, fue incorporado al gabinete del nuevo presidente electo en 1889, cargo en el cual ejercería como un gran valor dentro de sus cercanos. Siempre apoyó y avaló las políticas del presidente, a pesar de sus enemigos y cuando llegó la hora más negra de la presidencia, siempre estuvo dispuesto a tender la mano a su amigo José Manuel. Ya fallecido el primer mandatario, junto con Julio Bañados fue uno de los que más promovió y difundió la obra del presidente mártir.

La cercanía y el afecto de su excelencia hacia ambos era entrañable. Siempre se relacionaron como una familia, casi como hermanos, entre los cuales podría haber diferencias, pero que siempre eran aclaradas y presentadas como caballeros de la época. El apoyo mutuo y el afecto recíproco eran claros. Quizá no muy expuestos, por el propio genio de don José Manuel, pero sin duda que estaban ahí presentes en todo momento. Podemos inferir dicha situación, ya que solo a personas por las cuales que se tiene real afecto, pueden esgrimirse palabras como las siguientes.

Para don Eusebio Lillo:

Recuerde siempre a su amigo, que le ha querido siempre y de corazón.

En cuanto se haya desenlazado mi situación, proceda a la publicación. Este es mi último encargo.

Suyo hoy y para siempre.

Para don Julio Bañados:

Con mi sacrificio, los amigos encontrarán en poco tiempo el camino de reparar los quebrantos sufridos. Siempre se necesita en las grandes crisis o dramas un protagonista o una gran víctima. Esta es la ley de las horas de borrasca.

La organización administrativa fue irreprochable en la guerra.- Nos faltaron los Generales.

Suyo usque ad aeternum.

Queda muy clara la cercanía y el afecto del presidente hacia sus amigos. Solo un hombre de su carácter podría comprender, en su contexto, la valía de estas relaciones tan profundas.