En la sesión de la Cámara de Diputados del 18 de octubre de 1873, se debate sobre un reavaluo de las contribuciones impositivas de todos los fundos agrícolas del país, en una época donde unos pocos poseían casi toda la tierra cultivable que había en Chile y en el Parlamento se suceden diversas intervenciones a favor y en contra basándose unos en el capital del fundo tanto en inmuebles o maquinaria como en la renta que genera por sus producciones, El futuro presidente ocupa la palabra en la sesión mencionada para manifestar que reconoce la conveniencia de dictar una ley sobre reavalúo de los fundos, prefiriendo la base propuesta por el Diputado Egidio Jara ; hace notar la diferencia que existe entre las diversas provincias de la República en lo relativo á la agricultura; rechaza la base de la renta, porque cree que el avalúo debe hacerse sobre el capital que representa el terreno con todo lo adherido á él; no acepta que una parte de la contribución se destine al establecimiento de una policía rural y propone la siguiente indicación: «Se rectifica el avalúo de fundos, debiendo pagarse el cuatro por mil sobre el valor del suelo y todo lo adherido á él.», Este fue su discurso pronunciado ese día en aquella sesión legislativa:

«!No había pensado tomar parte en este debate, que ya considero casi agotado y agotada también la paciencia de la Honorable Cámara. Pero, dados los términos á que llega la discusión, he creído conveniente someter al conocimiento de la Honorable Cámara algunos estudios que tuve ocasión de hacer en el año pasado, con motivo de un proyecto que tengo propuesto desde el principio de las sesiones de este año y que tiende á la supresión del estanco del tabaco.

Desde luego, reconozco la conveniencia de dictar una ley sobre rectificación del avalúo de fundos; y tan necesaria la creo, que no tendré dificultad alguna en aprobarla, prefiriendo la base que propone el Honorable Diputado señor Jara.

Ante todo es necesario no olvidar la diferencia tan notable que existe en las diversas provincias de la República en lo relativo á la agricultura. Reconocida esa diferencia, con la ley vigente sucede que el departamento de Copiapó, que no es un departamento agrícola, paga una cantidad igual á la que paga el departamento de Talca que, como se sabe.es uno de los departamentos agrícolas más productores. Los departamentos de Vallenar y Ovalle, por sus condiciones peculiares, como la escasez de agua, por ejemplo, no pueden tener una producción igual á la del departamento de San Carlos, que es de una riqueza agrícola incuestionable. sin embargo, aquellos departamentos pagan igual contribución que el ultimo.

Y esta desigualdad que he apuntado de paso, no sólo existe entre los departamentos de una y otra provincia, sino también entre departamentos de una misma provincia. En la provincia de Santiago tenemos de ello un ejemplo: las haciendas situadas en el llano de Colina pagan un impuesto más alto que los fundos situados en los departamentos del sur y éstos pagan una contribución más bajaque los del norte. De manera que, con el trascurso del tiempo, las cosas han cambiado de tal modo, que la contribución que pagan los fundos del norte es demasiado subida y la de los del sur de masiado baja.

Como estos errores hay otros del mismo ó de distinto género, que conviene remediar al tiempo de fijar la contribución agrícola. He tenido oportunidad de conocer esos errores de «na manera bien palmaria.

En Cauquenes se cometieron yerros de otra especie. Cuando se practicó el avalúo, hubo algunos pequeños agricultores que equivocaron la renta con el valor íntegro de la propiedad. Poco entendidos en esta materia, suministraron datos inexactos y el avalúo se hizo tomando por base el valor de la propiedad y no la renta. Resultó de aquí que, no produciendo esos fundos ni para pagar el impuesto, se siguió una ejecución y los fundos fueron embargados. El Gobierno, recuerdo, se vio en el caso de mandar suspender esas ejecuciones y embargos.

En la provincia de Llanquihue, sucedió más ó menos lo mismo y con más funestas consecuencias. Como los señores Diputados saben, los que viven en departamentos lejanos á la Capital, no tienen los mismos medios que los que residen en los más próximos para hacer llegar sus quejas hasta el Gobierno central. ¿Y qué resultó? Que los propietarios que no pudieron pagar la contribución, fueron desposeídos de sus fundos. Centenares de familias han sufrido las fatales consecuencias por la inexacta avaluación.

En la legislatura pasada, mi Honorable amigo el Diputado por Ovalle, presentó un proyecto, que fué aprobado, por el cual se condonó la deuda que por la contribución habían contraído con el Fisco los propietarios de la provincia de Chiloé, en donde había sucedido lo mismo que en las que he citado.

Esta monstruosa desigualdad, no puede menos que ser mortificante para todos aquéllos que tienen sus intereses vinculados á la agricultura. Pero, prescindiendo del punto de vista del interés, yo, que soy propietario en el departamento de Caupolicán y en otro departamento, por el fundo que de bería pagar una contribución más alta, he pagado una más baja y viceversa. Esto demuestra cuan necesario es que nos inclinemos ante la ley de igualdad.

Pasando ahora á ocuparme en las diversas indicaciones que á este respecto se han formulado, encuentro en todas defectos muy capitales y me hallo confuso para elegir entre ellas. .Si se toma por base la renta, resulta lo siguiente: Hay en la costa dos propiedades de igual extensión, una trabajada por un hombre laborioso é inteligente y cubierta de sembrados y de ganadería; la otra, ya sea por estar en manos menos inteligentes ó ya sea por falta de los capitales necesarios, pro duce menos. ¿Qué resulta de ello? Que el fundo mejor soste nido, mejor trabajado, pagará una contribución mayor y el otro una contribución insignificante.

Si durante todo el tiempo que dura el avalúo se mantuvieran las cosas in statu quo, estaría muy bien; pero ellas son tan variables, que al cabo de dos años hay una gran diferencia: el fundo que producía poco pasa á producir mucho y la igualdad del impuesto se rompe al poco tiempo. Y esto que sucede en los fundos de la costa, sucede con más razón en los terrenos de regadío. En Maipo, por ejemplo, hay dos fundos, uno de los cuales está destina’do únicamente á la siembra de trigo y el otro tiene viña y toda la serie de industrias agrícolas que se conocen, de tal modo que uno produce doce mil pesos y el otro seis mil. El fundo qne produce seis mil pesos, queda al poco tiempo en iguales condiciones á las del otro fundo y éste empeora de condición; resulta entonces que uno paga una contribución muy baja y el otro una muy alta.

¿Qué base puede entonces tomarse para evitar estos in convenientes? Creo que el avalúo debe hacerse sobre el capi tal que representa el terreno; y á este propósito difiero del modo de pensar del señor Diputado por Curicó, porque, si no se tomaran en cuenta las plantaciones, los canales, los cierros, los cultivos, etc., el valor del suelo quedaría reducido á cero; sería necesario tomar en cuenta el terreno con todo lo adherido á él. Ahora, para hacer práctica esta base de la contribución, ¿cómo debería procederse? Para explicarlo necesito poner un ejemplo. Se trata de imponer la contribución á un fundo cualquiera; este fundo vale 100,000 pesos; creo que no será exagerado calcular 0,000 pesos como arriendo de este fundo; tomando por base el seis por ciento, serían 36fr pesos, lo que daría 3.6 décimos por mil. La Cámara concebirá que en este valor del fundo, estáh comprendidos ciertos va lores muebles adheridos al suelo; entonces se haría la rectificación del avalúo, tomando por base todo lo adherido al suelo y el cuatro por mil, exceptuados de la contribución los fundos cuyo valor no exceda de mil pesos. Así serían muy difíciles las desigualdades.

Aunque tengo desde hace mucho tiempo estas ideas, como veía en la Cámara muy inclinados los espíritus á establecer por base la renta, no había querido’hacer una indicación que «xpresara el dictamen que sostengo; pero, como he visto que se han hecho tantas indicaciones y nos encontramos engolfados en un debate cuyo término no se divisa, me he limitado á exponer mi juicio á la Cámara por si en su seno encuentra alguna aceptación.

Ahora, en cuanto á destinar unapartedelimpuesto al es tablecimiento de una policía rural, yo no acepto esta idea por dos causas: primero, por consideraciones de un orden administrativo; y segundo, por cuanto yo pienso que en la situación en que nos encontramos, sería ineficaz la policía rural, mientras no haya la seguridad de que dependa exclusivamente en cada pueblo de doce ó catorce propietarios honrados.

Prefiero todos los azares de la vida del campo á poner en manos del Gobierno mayores fuerzas que pueda destinar á fines muy diversos de aquél con que hubiera sido creada la policía rural. En este sentido, no acepto la indicación sobre el establecimiento de policía rural.

Y, ya que se indican los males que se quiere extirpar con la policía rural, yo me encuentro en el caso de exponer á la Cámara que podrían remediarse aquéllos, si el Gobierno, al nombrar Subdelegados é Inspectores para los campos, escogieseálos hombres más probos y a los mas inteligentes, en vez de echar mano para esos cargos de personas que no son sino agentes electorales,según la costumbre queha quedado esta blecida desde el tiempo en que los Subdelegados eran los Presidentes natos de las mesas calificadoras y receptoras y, por consiguiente, se creía necesario que fueran afectos al partido del Gobierno. Se comprende que la influencia de los Subdelegados en aquel largo período, ha dejado costumbres establecidas; y por ello yo querría que el Gobierno pusiera mano en esto para que los Subdelegados no fueran ni agentes electorales ni apadrinadores de ladrones.

Yo conozco bien poco el territorio de la República y he visto una vez en un pueblo del sur que se acusaba á un Subdelegado como autor de un robo de cierta cantidad de animales. Los animales fueron descubiertos; pero durante la noche fueron trasladados ¿adónde cree la Cámara? A la casa del Gobernador; y fué necesario trepar por escalas para saber que estaban allí. Este es uno de esos pequeños hechos que pasan en los pueblos lejanos y no llegan al conocimiento del Gobierno. Pero todos los señores Diputados saben y com prenden muy bien estos hechos y no ignoran que, por razón de las costumbres establecidas, los Subdelegados é Inspectores ejercen todavía un papel que está muy lejos de ser aquél á que están llamados por la Constitución y por las mismas necesidades públicas. Hé aquí las razones por que no acepto la idea de la policía rural.

Ahora, volviendo al punto de partida, esto es, sobre si la contribución del-4 por mil producirá uno ó dos millones, hay un dato que puede servir de base á la Cámara para averiguar el valor de las propiedades agrícolas en el país. La producción agrícola será más ó menos de veinte á veinte y cuatro millones; siendo así y correspondiendo & un capital que produzca el 6 por ciento, tendremos que el capital es de cuatrocientos millones. Resultado de la contribución de 4 por mil: un millón seiscientos mil pesos.

Ahora, señor, ¿hay temor de que esta contribución sea excesiva? Yo no me alarmo por eso y creo que el 4 por mil produciría más ó menos lo mismo que desean el señor Diputado por San Fernando y el señor Ministro de Hacienda: un millón doscientos mil pesos. .

Pero, si viene una producción mayor de un millón doscientos mil pesos, yo no tendría inconveniente para aceptarla, porque siempre sería una contribución ventajosa relativa mente á la cuota. Además, ese exceso de producción nos permitiría más tarde, en primer lugar, suprimir el Estanco y, en seguida, la contribución de alcabala: ésta sí que es una con tribución verdaderamente onerosa para el agricultor. El que quiere vender una propiedad de valor de cien mil pesos, tiene que pagar cuatro mil pesos ó, lo que es lo mismo, la contribución sobre la renta calculada que correspondería á Seis ó siete años. En la práctica de los negocios, se ve que por no pagar la contribución de alcabala se dejau de hacer muchas transacciones; porque sucede que las malas consecuencias de esta contribución tan onerosa, recaen precisamente sobre personas que tienen menos recursos, sobre los más pobres.

No me atrevo á proponer como indicación la idea que lie formulado. Si mereciere la acogida de cierto número de señores Diputados, yo la sostendría; pero no me he apasionado de ella. He expuesto mis ideas como las había concebido, manifestando también los propósitos que me movieron á usar de la palabra»